EL DICURSO POLÍTICO
"
—Camaradas: os habéis enterado ya del
extraño sueño que tuve anoche. Pero de eso hablaré luego. Primero tengo que
decir otra cosa. Yo no creo, camaradas, que esté muchos meses más con vosotros
y antes de morir estimo mi deber transmitiros la sabiduría que he adquirido. He
vivido muchos años, dispuse de bastante tiempo para meditar mientras he estado
a solas en mi pocilga y creo poder afirmar que entiendo el sentido de la vida
en este mundo, tan bien como cualquier otro animal viviente. Es respecto a esto
de lo que deseo hablaros.
»Veamos, camaradas: ¿Cuál es la realidad
de esta vida nuestra? Encarémonos con ella: nuestras vidas son tristes,
fatigosas y cortas. Nacemos,
nos
suministran la comida necesaria para mantenernos y a aquellos de nosotros
capaces de trabajar nos obligan a hacerlo hasta el último átomo de nuestras
fuerzas; y en el preciso instante en que ya no servimos, nos matan con una crueldad
espantosa. Ningún animal en Inglaterra conoce el significado de la felicidad o
la holganza después de haber cumplido un año de edad. No hay animal libre en
Inglaterra. La vida de un animal es sólo miseria y esclavitud; ésta es la pura
verdad.
»Pero, ¿forma esto parte realmente, del
orden de la naturaleza? ¿Es acaso porque esta tierra nuestra es tan pobre que
no puede proporcionar una vida decorosa a todos sus habitantes? No, camaradas;
mil veces no. El suelo de Inglaterra es fértil, su clima es bueno, es capaz de
dar comida en abundancia a una cantidad mucho mayor de animales que la que
actualmente lo habita. Solamente nuestra granja puede mantener una docena de
caballos, veinte vacas, centenares de ovejas; y todos ellos viviendo con una
comodidad y una dignidad que en estos momentos está casi fuera del alcance de
nuestra imaginación. ¿Por qué, entonces, continuamos en esta mísera condición?
Porque los seres humanos nos arrebatan casi todo el fruto de nuestro trabajo.
Ahí está, camaradas, la respuesta a todos nuestros problemas. Todo está
explicado en una sola palabra: el Hombre. El hombre es el único enemigo real
que tenemos. Haced desaparecer al hombre de la escena y la causa motivadora de
nuestra hambre y exceso de trabajó será abolida para siempre.
»El hombre es el único ser que consume sin
producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar del arado
y su velocidad ni siquiera le permite atrapar conejos. Sin embargo, es dueño y
señor de todos los animales. Los hace trabajar, les da el mínimo necesario para
mantenerlos y lo demás se lo guarda para él. Nuestro trabajo labora la tierra,
nuestro estiércol la abona y, sin embargo, no existe uno de nosotros que posea
algo más que su pellejo. Vosotras, vacas, que estáis aquí, ¿cuántos miles de
litros de leche habéis dado este último año? ¿Y qué se ha hecho con esa leche
que debía servir para criar terneros robustos? Hasta la última gota ha ido a
parar al paladar de nuestros enemigos. Y vosotras, gallinas, ¿cuántos huevos
habéis puesto este año y cuántos pollitos han salido de esos huevos? Todo lo
demás ha ido a parar al mercado para producir dinero para Jones y su gente. Y
tú, Clover, ¿dónde están estos cuatro potrillos que has tenido, que debían ser
sostén y alegría de tu vejez? Todos fueron vendidos al año; no los volverás a
ver jamás. Como recompensa por tus cuatro criaturas y todo tu trabajo en el
campo, ¿qué has tenido, exceptuando tus escuálidas raciones y un pesebre?
»Ni siquiera nos permiten alcanzar el
término natural de nuestras míseras vidas. Por mí no me quejo, porque he sido
uno de los afortunados. Tengo doce años y he tenido más de cuatrocientas
criaturas. Tal es el destino natural de un cerdo. Pero al final ningún animal
se libra del cruel cuchillo. Vosotros, jóvenes cerdos que estáis sentados
frente a mí, cada uno de vosotros va a gemir por su vida dentro de un año. A
ese horror llegaremos todos: vacas, cerdos, gallinas, ovejas; todos. Ni
siquiera los caballos y los perros tienen mejor destino. Tú, Boxer, el mismo
día que tus grandes músculos pierdan su fuerza, Jones te venderá al
descuartizador, quien te cortará el pescuezo y te cocerá para los perros de
caza. En cuanto a los perros, cuando están viejos y sin dientes, Jones les ata
un ladrillo al pescuezo y los ahoga en el estanque más cercano.
»¿No resulta entonces de una claridad
meridiana, camaradas, que todos los males de nuestras vidas provienen de la
tiranía de los seres humanos? Eliminad tan sólo al Hombre y el producto de
nuestro trabajo nos pertenecerá. Casi de la noche a la mañana, nos volveríamos
ricos y libres. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer? ¡Trabajar noche y día,
con cuerpo y alma, para derrocar a la raza humana! Ése es mi mensaje,
camaradas: ¡Rebelión! Yo no sé cuándo vendrá esa rebelión; quizá dentro de una
semana o dentro de cien años; pero sí sé, tan seguro como veo esta paja bajo
mis patas, que tarde o temprano se hará justicia. ¡Fijad la vista en eso,
camaradas, durante los pocos años que os quedan de vida! Y, sobre todo,
transmitid mi mensaje a los que vengan después, para que las futuras
generaciones puedan proseguir la lucha hasta alcanzar la victoria.
»Y recordad, camaradas: vuestra voluntad
jamás deberá vacilar. Ningún argumento os debe desviar. Nunca hagáis caso
cuando os digan que el Hombre y los animales tienen intereses comunes, que la
prosperidad de uno es también la de los otros. Son mentiras. El Hombre no sirve
los intereses de ningún ser exceptuando los suyos propios. Y entre nosotros los
animales, que haya perfecta unidad, perfecta camaradería en la lucha. Todos los
hombres son enemigos.
Todos los animales son camaradas."
Orwell, George, REBELIÓN EN LA GRANJA (fragmento, capítulo I)
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