sábado, 27 de junio de 2009

EL ROMANTICISMO LITERARIO

La literatura romántica británica tuvo sus precursores en las obras de Edward Young y Thomas Percy, James MacPherson y Horace Walpole, con la novela gótica The Castle of Otranto (El castillo de Otranto), en donde la reconstrucción de ambientes medievales, el redescubrimiento de épocas históricas pretéritas y exóticas y la revalorización del gótico anunciaban ya los rasgos principales del romanticismo. La novela histórica sería llevada a su apogeo unos años después por Walter Scott.
En Francia, el gusto romántico por lo salvaje y primigenio fue anticipado por Jean-Jacques Rousseau, que propugnaba un modo de vida natural sin la influencia enajenante de la civilización: una mirada a la ingenuidad libre de malicia del salvaje. La década de 1770 vio florecer en Alemania una rica generación de autores, encabezada por Johann Wolfgang von Goethe, 1774; Las desventuras del joven Werther, obra de apasionado sentimentalismo. El movimiento denominado Sturm und Drang ("tempestad y empuje") dio pauta a la creación de las bases del gran romanticismo alemán, cuya máxima figura en las postrimerías del siglo XVIII, Friedrich von Schlegel, propugnó el ideal de licencia poética plena. Otros escritores románticos alemanes fueron Ludwig Tieck, Novalis, Friedrich Hölderlin y Wilhelm Heinrich Wackenroder.
En el Reino Unido, William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge crearon una teoría poética basada en las emociones intensas y la fantasía que alcanzaría su máximo esplendor en la obra de poetas de la categoría de John Keats, Percy Bysshe Shelley y Lord Byron. Sin olvidar, la obra de Jane Austen y a Mary Shelley y su obra emblemática del Romanticismo, Frankestein.
La literatura francesa romántica hubo de luchar contra un clasicismo más fuerte que en el Reino Unido y Alemania. El estreno de Hernani de Víctor Hugo en 1830 significó el triunfo de la nueva estética en Francia, aunque unos años antes, Madame de Staël había elaborado un ensayo de teoría romántica y de exaltación del nacionalismo y Chateaubriand había publicado en 1802 una obra de plena vivencia estética y sentimental, El genio del cristianismo, que constituyó un canto al sentimiento religioso profundo, además de una rica descripción de parajes naturales. Pero fue Víctor Hugo quien logró dar una expresión completa a la prosa romántica francesa, y se convirtió en el abanderado del movimiento con su prefacio al drama Cromwell (1827), verdadero manifiesto literario, y sus novelas, entre las que cabe destacar Notre-Dame de París (1831; Nuestra Señora de París) y Les Miserables (1862).
En Italia, el romanticismo estuvo unido a la aspiración de unidad nacional, manifiesta en las obras de Ugo Foscolo, Alessandro Manzoni, Giacomo Leopardi. Alexandr Pushkin fue en Rusia el principal representante de la nueva corriente literaria. Aunque llegado tardíamente, el romanticismo español abrió por su parte nuevos cauces en el teatro, entre cuyas figuras más sobresalientes figuraron el Duque de Rivas a quien se debe la celebrada Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Pero fueron Mariano José de Larra, José Espronceda, Gustavo Adolfo Bécquer y José Zorrilla quienes configuraron en España una literatura plenamente romántica.
En América el movimiento romántico desplegó todo su vigor en figuras como el estadounidense James Fenimore Cooper, Edgar Allan Poe y Henry Wadsworth Longfellow, el colombiano Jorge Isaacs (autor de María, 1867).

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